En las Sierras Grandes, de la provincia de Córdoba Argentina, se alza con sus 2.780 metros sobre el nivel del mar, el Cerro Champaquí. Es considerado como un paso intermedio, entre los ascensos amateur y pequeños picos, con las grandes cumbres. Aquellos que al transitar sus escarpadas laderas, han aprendido a quererlo y respetarlo, le dicen «El Champa», a modo de amistosa denominación.
Es muy importante no subestimar ninguna excursión, por pequeña o sencilla que parezca. Todas deben ser planificadas con detenimiento, esta simple precaución, genera en quienes encaren su ascenso, una sensación de tranquilidad que se traduce en una respiración adecuada que genera a su vez, menos desgaste de energías.
La excitación, producida por la precariedad de equipo, mal clima, lugar desconocido u dificultades no previstas, provoca en las personas el consabido jadeo, respiración con boca abierta y seca, desgastando fuerzas y voluntad.
Como es habitual, entre las personas que practican con responsabilidad, la exigente actividad del trekking, previo a la salida se debe planificar con detenimiento las diversas variables, que minimicen los riesgos y aseguren una salida placentera.
La primera etapa es la planificación
Las variables básicas a considerar son, condición física adecuada, proyección climática para los días en que estaremos en la naturaleza, asegurar transportes y traslados, verificar el equipo necesario y preventivo, y muy importante, obtener un grado de conocimiento o mapeo de la región, que disminuya al máximo los riesgos y eventualidades.
Condición física adecuada: más allá de los deseos e ímpetus personales, se debe ser muy severo con la propia evaluación del estado físico. Saber que podemos hacer y que no. Sobre el resultado de esta evaluación, se edificará todo el resto de la planificación. A veces, agregar un día más, o quitar un lugar del plan, garantiza un regreso satisfactorio.
Proyección climática: adentrarse en la naturaleza, significa quedar expuestos a los fenómenos meteorológicos. Conocer la previsión meteorológica en el lugar donde transitaremos, nos permite preparar el equipo adecuado para enfrentar las variables meteorológicas, como lluvia, frío, calor, viento, radiación solar, humedad, etc.
Transportes y traslados: asegurarse los transportes y conexiones tanto de ida y vuelta, esta aparente nimiedad, permite que nos dediquemos mentalmente, a lo esencial, la excursión.
Equipo necesario y preventivo: evaluar nuestro estado físico, la variable climática y las necesidades de alimento, bebida, comodidades para el sueño, además del tipo de terreno y grado de dificultad, permite planificar el equipo básico adecuado y el equipo preventivo adicional. Recordar que cuando estamos cansados, cada gramo adicional e improductivo en la mochila, representa un kilo adicional para nuestras piernas en cada paso.
Grado de conocimiento y mapeo: es imprescindible manejar esta variable. Si no estamos seguros, se debe considerar la posibilidad de contratar guías locales. Si nuestro conocimiento de la zona y mapas son insuficientes o inseguros, conviene asesorarse. No se pierde virilidad, por pedir consejo a quienes saben.
Comenzando el acercamiento
Hay varios puntos desde donde comenzar el ascenso, uno de ellos es Villa Alpina, pequeña villa al pie del Cerro La Mesilla y último poblado antes del ascenso. Distante 25 kilómetros al Oeste de Villa General Belgrano, desde donde hay transportes hacia la villa. Se sugiere consultar previamente en forma telefónica la disponibilidad y horarios ya que no hay servicios regulares.
Al arribar a Villa Alpina, se debe ajustar la vestimenta y equipo para la travesía, ya que a partir de allí, solo dependemos de nuestras posibilidades de traslado. Si bien cabe mencionar que se puede hacer el trayecto a lomo de mula o caballo, o eventualmente enviar con ellos nuestras mochilas, la mayoría encaramos a pie el trayecto. En caso de utilizar este servicio de alquiler, el mismo debe pactarse con anterioridad al viaje, para evitar desencuentros.
Apenas se avanzan los primeros 200 metros, entre el fresco pinar, ya se comienza a superar la cuesta del Cerro La Mesilla, un desnivel de unos 400 metros en algo más de 2.000 metros de trayecto.
Este primer ascenso, es el que generalmente se «come» las piernas e ímpetus, de quienes no planifican el sendero, ni tienen la preparación física adecuada. Superada esta pequeña cima, se accede a la vista del alto cordón serrano, donde se distinguen claramente al Oeste, las siluetas del Champaquí y del Negro, sus puntos más altos.
Desde la cumbre de La Mesilla, se gira noventa grados en dirección Oeste, teniendo como referencia la mole del Champaquí. Si no hubiera visibilidad, las pircas y señales nos serán de gran utilidad para hacer este segundo tramo, que nos llevará por ascensos y descensos de serranías, hasta visualizar el Puesto de López.
El puesto, es cabecera de estancia, en la cual se brinda alojamiento, alimento y agua para los senderistas. La atención y el trato de estas personas es amistosa y comprensiva para con el viajero. Es allí donde muchos prefieren detenerse y reponer energías, incluso pasar la noche. Los valores que se cobran son muy razonables.
El sendero de mulas por el que se transita, es generalmente visible con buen tiempo, pero siempre se debe «interpretarlo», a través de las pircas y señales naturales. Cabe destacar que la niebla, es habitual en aquellos lugares y se presenta en forma rápida, borrando las referencias visuales y obligando a caminar a tientas, midiendo cada paso y guiarse casi exclusivamente por el pircado para evitar accidentes o pérdida de rumbo.
Arroyo Las Socavonas, a medio camino
Pasado el Puesto de López, luego de superar una empinada elevación, se llega al arroyo Las Socavonas, punto que puede considerarse mitad del trayecto de aproximación. Refrescarse en ese arroyo de aguas cristalinas al amparo de la sombra de sus paredes es francamente reparador a esta altura del camino.
Al cruzar el arroyo, se ingresa en el llamado desierto de piedra, amplia planicie de piedra sólida y alisada por el paso del tiempo. En algunos de sus lugares pueden verse testimonios de los antiguos habitantes de la región como morteros tallados en la piedra que aún persisten.
Luego de atravesar este largo desierto de piedra y ascender y descender a un par de picos, se arriba a un alambrado con una tranquera cerrada, que señala a 500 metros, el Puesto Cufré, otro puesto de las mismas características que el de López y con la misma buena atención. Una vez traspuesta la tranquera a la que siempre hay que dejar cerrada para evitar que los animales salgan de sus rodeos, se debe encarar un ascenso, a varios picos menores pero sucesivos, que hacen sentir las falencias en la preparación física previa.
Es la parte más difícil del acercamiento, ya que a esa altura, el trayecto previo consumió buena parte de las energías y ahora es la voluntad la que moviliza. Cabe mencionar que el trayecto de aproximación tiene aproximadamente unos quince kilómetros lineales y se hace siempre en ascenso, se parte de los 1.200 sobre el nivel del mar en Villa Alpina, hasta los 2.100 sobre el nivel del mar de la base del Champaquí.
El valle del Tabaquillo, campamento base.
Superada la última sierra, surge ante nosotros el verde valle del Río Tabaquillo, que lo atraviesa en sentido norte sur al pie del Champaquí. Allí se erigen varios puestos que ofrecen alojamiento y comida, pero también se puede acampar libremente a orillas del Tabaquillo. Es momento de alongar y reponer energías, descansar y preparar el ascenso propiamente dicho, a la cima del «techo de Córdoba».
A la mañana siguiente, conviene levantarse muy temprano para desayunar y prepararnos para la exigencia de unos 700 metros de empinado desnivel. Ya encaminados hacia la cumbre, se debe atravesar una pequeña pampa de altura, que nos deja a orillas de un pequeño arroyo que desciende entre cascadas y lechos de piedra, desde las alturas.
Bordeando el arroyo, se debe trepar por gigantescas moles de piedras, un largo trecho empinado, hasta acceder a otra pequeña pampa de duros pastizales, preámbulo de dos escarpados senderos que ascienden entre tabaquillos, hasta la cima.
Uno de ellos, encara en forma directa y perpendicular la elevación, la otra, serpentea acompañando el terreno. Ambas son inigualables para descubrir.
En el trayecto, se descubren grandes formaciones pétreas, cuevas, algunas de ellas enormes como la conocida como «de los cuarenta jinetes», debido a una leyenda que dice, que allí se refugiaron 40 jinetes con sus cabalgaduras durante una tormenta.
«Piedras gemelas», es la denominación de una particular hendidura en la muralla de piedra, que, a modo de oculto, cerrado y difícil sendero de unos 100 metros de largo, que atraviesa la muralla, nos deja en una breve planicie, donde unas señales y pircas indican que falta poco para la cumbre.
Superando las escarpadas y muy pedregosas pendientes que restan, se accede a la cima que parece un volcán extinto, aunque no lo es, por su forma redondeada y deprimida en el centro. En ese lugar, se forma habitualmente una laguna por la acumulación de agua de lluvia, conocida como la «Laguna de la novia», debido a un mito popular regional.
Podemos. ya en la cumbre, reponer energías. Que decir del panorama que podemos ver a nuestros pies, aunque vale reconocer que la mayoría de las veces, solo lo debemos intuir, debido a la «cerrazón» o niebla, que se forma habitualmente y por largos períodos, en la cima.
En el descenso, algo más descansado, se debe extremar el cuidado al pisar entre las piedras, para evitar lesiones. Recordar que al descender, conviene realizar pasos cortos porque se apoya todo el peso del cuerpo y mochila, en tobillos y rodillas.
Pisar mal, puede implicar lesiones articulares, que pueden comprometer nuestro andar, en el camino de regreso hasta Villa Alpina.
En la villa, existen servicios como un almacén con alimentos y refrescos, o se puede contratar una ducha caliente, que nos haga un poco más presentables al regreso. Quizás, una cerveza fría en alguno de los agradables bares de Villa General Belgrano, sea el digno broche de oro para este descubrimiento.
Walter Raymond – [email protected]
Periodista y Director de Refugios Naturales. Espeial para NoticiasOutdoor
Hermoso el articulo, me hizo revivir mi experiencia en el Champa de hace un año