Expedición Argentina Everest 2010 – Reporte 3 desde PERICHE

Expedición Argentina-Everest 2010

Este es el 3º reporte de la aproximación al campo base del Everest de la Expedición Argentina Everest 2010.

Los 5 integrantes se encuentran en perfectas condiciones.
Se está buscando mejorar la comunicación satelital, ya que el equipo no logró una señal potente en los últimos días.
En pocos días más, estará viajando Francisco Guillermo Minieri Saint-Béat, director/líder de la Expedición para juntarse con el equipo en el Campamento Base a 5.600 mts sobre el nivel del mar.
El ánimo es óptimo y el funcionamiento de equipo inmejorable.
Aca va un nuevo reporte de sensaciones de la Expedición Argentina Everest 2010

Escribe Alvar Puente (miembro de la Expedición) – (Día 12)

6/4/2010 – REPORTE 3 – PERICHE a 4.300mts SNM (sobre nivel del mar)
A medida que el valle del Khumbu avanza en dirección opuesta a la nuestra y nuestros pies se alejan del nivel del mar y del Golfo de Bengala los dedos se van entumeciendo cada vez más por los primeros fríos,  los pulmones van claudicando con la carencia de oxigeno y con la sequedad, la garganta reprocha la exagerada cantidad de polvo en el aire (dicen los lugareños que es ese polvo, producto de un año muy seco, el que flota a diario en el aire y lava las fotografías) con repetitiva tos, la llamada «del Khumbu», los labios se quiebran por el frio y la piel comienza a pedir clemencia bajo el constante castigo del sol, escasamente filtrado a estas alturas.
Desde nuestra partida de Lukla el valle nos ha ido mostrando una amplia gama de cambios, algunos sutiles, otros notables, desde lo más visible hasta lo imperceptible; es todo ello lo que va haciendo de esta experiencia una peregrinación hacia un nuevo ser, cada uno de nosotros, imperturbable o no, va recibiendo una dosis de medicina espiritual que difícilmente se pueda describir con la banalidad de las palabras limitadas en vocabulario y significado de un simple montañista. Lo que sí no cabe duda es que el acercamiento al Everest va dejando atrás todas las expectativas previas, todos los prejuicios, propios y ajenos; cada una de las charlas llenas de imágenes construidas por el escaso conocimiento van dando lugar a nuevas visiones colmadas de sensaciones y de tangible belleza. El vacio que traíamos como una carga desde nuestra partida de Bariloche, mezcla de dudas sembradas por nuestros propios corazones y por los cuestionamientos ajenos, con el escepticismo de abandonar el confort y la seguridad de lo que mejor conocemos, se ha ido llenando lentamente, como el ritmo de nuestro acercamiento, de experiencias y de sensaciones. Si se sigue llenando a esta velocidad no sé cómo haremos para contener este maravillarse constante.
A la entrada del valle entre los rostros de los locales todavía encontrábamos los tan repetidos rasgos sureños, provenientes de la India, que colmaban las calles de Katmandú, mejillas regordetas, narices prominentes, labios carnosos y ojos grandes dentro de lo que son las facciones orientales; a medida que hemos ido subiendo en altura y la mordida del frio y del sol van atacando por siglos a la gente de las montañas, la etnia sherpa ha ido cambiando sus rasgos, no predestinisticamente sino con un afán más allá de los individuos, la adaptación con la que Darwin llenó auditorios; pieles oscuras, labios finos, narices pequeñas, difícilmente atacables por las congelaciones, (Síntomas de congelación) mejillas planas, ojos casi cerrados, pelo crespo, toda protección posible contra la crudeza del clima y de los elementos. Del mismo modo la vegetación va adaptándose y de los superpoblados bosques de pino del principio del valle fuimos pasando por los más resistentes abetos a los más achaparrados cipreses hasta llegar a los matorrales que rodean Periche como últimos remanentes de la flora local.  Y podríamos seguir así por horas y horas, los Jaks, especie de vaca local que no solo aporta carne y leche sino que también sirve de animal de carga y sube y baja el valle pacíficamente arrastrando grandes cantidades de peso, en ellos el cambio se observa en el pelaje, mucho más largo, y hasta podríamos afirmar que en el carácter, mucho más hosco y taciturno, aunque no menos servicial. Hasta los cuervos parecen más compactos y con los plumajes más castigados….

La expresión del cambio en el resultado de la mano del hombre también se observa a medida que se va subiendo por el valle, los hoteles de fina terminación en piedra, fuente principal de ingreso junto con el trabajo de los porteadores para las expediciones, van dejando lugar a construcciones más precarias, cada vez menos hosterías y cada vez más casonas familiares, rodeadas de minifundios de cultivo de papa. Los caminos por los que transitamos, que días atrás eran la muestra más impresionante del esfuerzo del hombre por estas latitudes, van dejando de ser autovías de piedra de increíble manufactura para convertirse en senderos de alta montaña, siempre cuidados y prolijos, aunque mucho menos elaborados. Los techos de chapa de zinc que abundaban en las cercanías de Lukla se transforman en techos de piedra pizarra extraída de las mismas ladera de las montañas circundantes.
Todo cambia a medida que subimos, y la ley que regula este cambio, la piedra angular de todos los procesos, tanto naturales como artificiales y vinculados al hombre, es siempre la crudeza de las condiciones externas. Nada que el hombre pueda hacer elimina la dureza del ambiente, los habitantes del valle logran con un gran esfuerzo mitigarlas, mientras que nosotros somos observadores silenciosos del esfuerza por la subsistencia. Supongo que a medida que nos acerquemos al Chomolunga dejaremos de ser observadores y nos convertiremos en victimas de dicha rudeza.
Cada día de acercamiento nos va involucrando más y más con nuestro objetivo, las montañas que antes destacaban en la distancia hoy son colosos que dentro de su imponencia van mostrando vías y opciones de ascensión. Todas las mañanas, cuando el aire es más diáfano, desplegamos nuestras habilidades como escaladores y realizamos notables aperturas a vírgenes paredes por expuestas vías que nos dejarán en escasamente holladas cumbres de hielo con forma de merengue; quizás el camino de la imaginación a la que damos rienda suelta durante los opíparos desayunos sea la inconsciente receta para ir motivándonos frente al despliegue de esfuerzo y en algunos casos de sufrimiento que nos espera por delante durante los próximos dos meses.
Atrás van quedando Namche Bazaar, Tengboche con su imponente templo y Dengboche con sus bosques achaparrados, la llegada en la sexta jornada al pequeño pueblo de Pangboche nos sorprendió con una sobredosis de misticismo y fé, primero tuvimos la oportunidad de participar de una «phuga», ceremonia budista en la que un anciano monje, en una gélida habitación de su templo, nos bendijo en nuestro viaje a la cima del mundo. Minutos más tarde y sin previo aviso nos tocó compartir un té de limón y una larga charla con el Lama del valle, un anciano, todavía más entrado en años que el anterior, pero lleno de juventud en la sonrisa y en los movimientos, que nos dedicó oraciones, rezos y unas cuantas carcajadas, que dejaban entrever cierto grado de divinidad entre las arrugas de su avejentado rostro. Con una sensación de paz interior y relajo espiritual regresamos a nuestro descanso vespertino, preparándonos para el próximo día de acercamiento en el que finalmente dejaremos atrás los últimos resabios de vegetación y nos enfrentaremos con el fondo del valle del Khumbu, poco antes de llegar al Campo Base del Everest.
Periche es un pequeño pueblo a 4300 msnm, en el que la gente vive del cultivo de vegetales y un poco de la actividad de montaña, al ser una parada obligatoria tanto para los caminantes que van a la base del Everest como para las expediciones que intentan ascender al techo del mundo. El frío aquí es más intenso y el sol se esconde más temprano al estar cada vez mas rodeados de gigantescas montañas. La cercanía al campo base se muestra en la existencia de una posta sanitaria y un grupo de rescate en montaña, permanentes en la temporada. Los helicópteros van y vienen, en la medida que la sustentación del aire les permite volar, evacuando gente que se ve sometida al castigo de la altura, edemas, mal agudo de montaña o simple descompensaciones, que a en estos remotos lugares se pueden tornar dramáticas.

La aclimatación avanza y los paseos se van tornando cada vez más exigentes, los desniveles arrancan el aliento y las banderitas de oración siguen siendo el marco fotográfico perfecto para las imponentes montañas que nos rodean. Por fin tras un ascenso de unos 1000 mts de desnivel a un cerro cercano al pueblo logramos las primeras vistas del Makalu, otro de los gigantes de más de 8000 mts que se encuentra en las nacientes del valle que recorre la base de la pared sur del Lhotse, el hermano menor del Everest. Los ojos no tienen la resolución necesaria para procesar toda la información visual que nos entrega el Himalaya a nuestro alrededor, sur del Lhotse, este del Taboche, este del Arakam Tse, oeste del Ama Dablam y sur del Lobuche, todo un festín para la deseosa vista de cualquier andinista.
Entre estupas, piedras de oración, jaks, banderines de colores, techos de pizarra, sinceras sonrisas despobladas de dientes e impactantes escenarios de alta montaña se van pasando las jornadas y como quién no quiere la cosa el glaciar del Khumbu va dejando sentir el frio de sus seracs a medida que nos acercamos a la madre de todas las montañas.

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