Raid náutico en el Parque Nacional Iguazú

El recorrido de 90 kilómetros por el río Iguazú (agua grande, en guaraní) contribuye a combatir la caza furtiva y al respeto de la naturaleza.

Iguazú

Travesía náutica por el río Iguazú: para preservar un Patrimonio Natural de la Humanidad

El recorrido que atraviesa y da su nombre al que hoy preservan Argentina y Brasil, se reeditó hace unos días como remedio ecoturista para el corazón de la asediada selva atlántica paranaense.

El recorrido de 90 kilómetros por el Iguazú (agua grande, en guaraní) es una de las iniciativas que contribuyen a apartar a la caza furtiva y da lugar a una incipiente economía que respeta a la naturaleza, dijeron los organizadores.
Unas 80 embarcaciones con 170 tripulantes sortearon con éxito, pero con magulladuras y picaduras de insectos, un viaje de dos días con parada de descanso en plena selva que concluyó en un puesto de Parques Nacionales de Argentina, a 200 metros de la Garganta del Diablo, la cascada más grande y famosa del Iguazú.

La caída de agua de 80 metros de altura, que se destaca entre las más de cien que forman las cataratas del Iguazú, descubiertas en 1541, atrae a un millón de turistas al año que gastan unos 50 millones de dólares en la zona.
La travesía náutica, que solo se hace una vez al año desde el 2005, apunta a que parte de esos recursos se destinen al sustento de campesinos y comunidades guaraníes que viven en la ciudad de Comandante Andresito y sus alrededores, en el linde con la selva protegida.

La Administración de Parques Nacionales argentina «ejerce un permanente control» y esta travesía está «en un período de prueba para determinar la conveniencia de mantenerla en el tiempo», explicó el responsable del Parque Nacional Iguazú, Daniel Crosta.

En Comandante Andresito, punto de partida del recorrido, trabajan agencias de cooperación de España y Japón que contribuyen con planes para el desarrollo del ecoturismo y la producción de alimentos para una relación amigable con la selva, apuntó a su vez el secretario de Turismo de la localidad, Marcelo Aap.

Destacó que ya se ha instalado el hotel ecológico Caburé Í, que maneja una cooperativa, y muchos cazadores furtivos han comprendido que es más ventajoso proteger a la selva, donde proliferan los venados, los carpinchos, grandes roedores, y los macás, una especie de liebre cuya carne es muy codiciada.

«Sabemos que varios participantes de la travesía han sido cazadores furtivos y ahora que la conocen mejor quieren más a la selva y han dejado esa actividad ilegal», remarcó.

Acompañados por guardacostas, los navegantes lidiaron con lluvia, avispas y ‘correderas’, como los lugareños llaman a los rápidos del río, acentuados por la reducción de su caudal, que sufre las consecuencias de la regulación de las siete represas instaladas en territorio brasileño.
Pero se solazaron con los gritos del tucán y los vuelos de las tres variedades de Martín Pescador de alas azul acerado, cabeza plateada y pecho blanco, negro o rojo, según los casos, en la captura de peces que osan asomarse a la ribera del río.

También se vieron acompañados por águilas pescadoras, el aullido lejano de monos, el nado sereno de los ‘lobitos de río’ y el vuelo vigilante de los ‘jotes’, una especie de ave carroñera.
La guía de los guardianes del parque mantuvo a los miembros de la expedición náutica a salvo de la amenaza de la gran variedad de serpientes y arañas venenosas que proliferan en la selva. En el Parque Nacional Iguazú de Argentina, de 67.000 hectáreas de extensión, la mayor parte de la selva atlántica paranaense sobrevive a la depredación forestal.

VIA Parques Nacionales

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