Desde Lukla a Namche Bazaar a 3.350mts en Nepal nos llegan novedades de la Expedición Argentina Everest 2010
Escribe Charly Galosi
«Aunque uno se adapte al reloj biológico de vivir con 8 o 9 horas de adelanto y hasta cierto punto pueda utilizar este pequeño hecho para reconocer cuán lejos estamos de casa, lo que no logramos es adaptarnos al hecho de que hace poco más de una semana, estábamos disfrutando los últimos días del verano en Argentina y ahora estamos viviendo los últimos del invierno en los Himalayas, lo cual se nota en el mordiente frio cuando se está a la sombra o afuera, durante la caída del sol. Por otra parte la estación nos está dando un regalo de buen clima hasta ahora.
Sin apartar la vista de nuestras cosas (mochilas, bolsos, petates y equipo de filmación), por una insana actitud de desconfianza, totalmente infundada hasta ahora en este país, nos toca una escena repetida en los aeropuertos del mal llamado tercer mundo, aparente caos y descontrol, apuros de último momento y papeleo intrascendente. El exceso de carga para variar nos obliga a cambiar un poco de planes. Los últimos bolsos con destino sin escalas al campamento base se vieron demorados en Katmandú, mientras que, con nosotros al bimotor, sólo se subieron las mochilas para el trekking. La peor noticia del exceso de equipaje, fue enterarnos que nuestros pequeños «amigos de Tandil» serian privados de nuestra compañía en los almuerzos.
Volver 50 años en la historia de la aviación forma parte del itinerario aventurero de esta expedición. Sería mucho exagerar decir que para arrancar las hélices del Twin Otter hace falta darle unas vueltas a mano, pero valdría como metáfora bastante explicativa de la sensación que se tiene entrando en un avión de escasos dos metros de ancho, un asiento a cada lado del angosto pasillo y una capacidad máxima de 16 pasajeros. Por suerte todo juicio que se pueda hacer en Nepal encuentra una absolución. Un vuelo excelente de 45 minutos, con el raro souvenir de ver la cima del mundo, nos depositó en la más increíble pista de aterrizaje que uno se pueda imaginar, menos de 200 mts de largo y en subida, la única chance de frenar antes de una gran pared de piedra.
Desayuno a las 9 de la mañana en el pequeño poblado de Lukla, últimos preparativos y finalmente las mochilas al hombro y a comenzar a caminar con destino a Tea House y al otro día a Namche Bazaar a 3.350 mts. La abundancia de belleza de un lugar se mide por la compulsiva necesidad de sacar fotos a todo; pero cuando se sabe positivamente que uno no dispone de un procesador lo suficientemente rápido y cuya capacidad no alcanza para guardar tanta hermosura, la única opción que queda es la de agilizar el dedo índice en el gatillo de la cámara.
Se camina lento, se guarda el aliento para los días en la montaña y la aproximación se convierte en un paseo mas étnico que andinistico, lo cual ayuda a acotar las ansiedades presentes desde el momento en el que nos cargamos por primera vez la mochila. «Namaste» se convierte en la frase más repetida del valle, con un increíble respeto en cada saludo nos vamos cruzando con pobladores, porteadores y mas gentes. Como en todo lugar turístico nos volvemos inmunes a la presencia de otros extranjeros, lo único que parece llamar nuestra atención son las anécdotas del resto de los miembros de la expedición y todo aquello que tenga que ver con la cultura del lugar, que aunque se encuentre totalmente invadida por forasteros no parece verse alterada en gran medida, como en tantos otros lugares del mundo en los que la trans-culturalizacion es moneda corriente.
La primera jornada es corta pero rendidora y recién pasado el mediodía se llega al Tea House, modelo de Hostel nepalí con un buen confort y hermosas vistas. Y entre charlas y mates se va pasando la tarde y el frio de la noche obliga a irse a la cama temprano.
Cuando los planes de montaña son de varios días y van recorriendo el mismo valle, por momentos la caminata se torna monótona y las vistas se van repitiendo desde diferentes ángulos. Esto no ocurre en el valle Khumbu, el aburrimiento no tiene lugar, las increíbles vistas dan lugar a nuevas imágenes más impresionantes que las anteriores, y en el ínterín la nutrición constante de la cultura sherpa llena los momentos, en los que se descansa el cuello de tanto cogotear hacia arriba. Los kms se acumulan bajo los pies y uno tras otro los puentes que cruzan el torrentoso río glaciar, nos van acercando a Namche Bazaar. Por último una dura cuesta arriba de más de 600 mts de desnivel nos deposita con el aliento en la garganta en un pueblo que, más tiene de pequeña ciudad que de poblado, aunque se encuentre a dos días del medio de transporte artificial más cercano.»