Este es el relato de mi primer viaje en bicicleta, realizado junto a Nicolás Nieto en Diciembre del 2007.
Partimos desde Zapala (Neuquén) y pasamos por el Parque Nacional Laguna Blanca, Alumine, San Martín de los Andes, el Camino de los Siete Lagos y Villa La Angostura, para terminar en San Carlos de Bariloche. En total unos 545 km aproximadamente.
14/12/07 – Eran Las 18:00 hs, faltaban 20 minutos para abordar el ómnibus que nos llevaría desde Río Cuarto hasta Zapala en la Provincia de Neuquen.
Estaba un poquito nervioso, repasaba todo mentalmente: Equipaje, recorrido, dinero, cronograma y unas cuantas cosas mas que ese momento parecían millones.
Cargamos todo en la camioneta y partimos rumbo a la terminal un poco apurados.
El estado del transito a esa hora en la ciudad no nos ayudaba demasiado. Sin embargo llegamos justo a tiempo.
Demoramos un rato en cargar las bicicletas y el resto del equipaje al ómnibus. Por suerte el chofer no nos cobró por el exceso de peso que llevábamos, ya que superaba ampliamente el límite de 15 kg por pasajero que impone la empresa.
Iban a ser 16 hs de viaje.
Paramos en Realicó, donde tuvimos la cena, que estaba incluida en el pasaje.
En la mesa conocimos a Jorge, un maestro jubilado, que se estaba por mudar de Loncopué (Neuquen) a Río Cuarto. Estuvimos un buen rato charlando, nos contó su historia y nos dio algunos datos sobre la zona que íbamos a recorrer, pero lo mas importante: me donó su postre.
15/12/07 – El viaje finalmente demoro 19 hs. Un poco largo, pero ya estábamos en Zapala, donde comenzaba la aventura. La emoción sobrepasaba al cansancio del viaje.
Tardamos cerca de 4 horas en armar las bicis, montar las alforjas y dejar todo a punto para partir.
Dimos una vuelta por Zapala, compramos agua y a las 16:30 hs estábamos pedaleando por la legendaria Ruta 40 y luego la Ruta 46 rumbo al Parque Nacional Laguna Blanca.
En dos horas estábamos armando las carpas en el área de acampe agreste que hay en el Parque. Se encuentra sobre la playa de la Laguna Blanca, un hermoso espejo de agua, que gracias a su fondo de rocas de tonos grisáceos, el agua se ve de color blanquecino.
Se encuentra protegida por su importancia en la cría de numerosas especies acuáticas patagónicas y fue incluida en la “Lista de Humedales de Importancia Internacional” de la Convención RAMSAR.
Además de aves, el lugar se encuentra plagado de lagartijas, las cuales mas de una vez imagine adentro de la salsa, pero estábamos en un Parque Nacional y allí la conservación es mas importante que mi estómago.
16/12/07 – Nos despertamos al amanecer después de una tranquila noche, alejados de cualquier sonido urbano que pudiese interrumpir nuestro sueño.
El sol comenzo a aparecer lentamente a la izquierda del Cerro Mellizo Sur que, solitario, yacía al otro lado de la ruta.
Tardamos cerca de dos horas en desayunar, juntar las carpas y preparar todo para poder seguir. Esto iba a ser una constante durante todo el viaje a no ser que durmiéramos a la intemperie. Pero con el incesante viento y las bajas temperaturas de la noche a estas latitudes, esa opción no era muy atractiva.
Pasamos por la oficina de informes del parque a buscar agua y luego de una breve charla con el encargado del lugar, cerca de las 9:00 hs retomamos la Ruta 46 hacia Rahue.
Tuvimos que enfrentar un par de subidas que pretendian sacarnos el aliento, sin embargo después de varios kilómetros de sufrirlas, ambas se transformaron en grandes bajadas en las que llegamos hasta los 68 kh/h. A esta velocidad se hacía bastante difícil maniobrar la bici cargada y mas de una vez estuvimos a punto de ir a parar a cualquier lado. Una recompensa con adrenalina por lo sufrido en las subidas.
La aridez del entorno no había cambiado en todo lo recorrido.
El paisaje estaba dominado por serranías redondeadas por la erosión y recubiertas por escasa vegetación, sobre todo por pastos y algunos pequeños arbustos espinosos; que se encuentran adaptados a las condiciones del ambiente, con déficit de humedad, fuertes vientos y gélidos inviernos.
Ya en el medio día, el sol era cada vez mas fuerte y se nos había terminado el agua.
El primer problema de quedarse sin agua no es la falta de ese precioso líquido en si, sino nuestra propia mente. Nos da una falsa sensación de sed, como si hubiésemos estado días sin beber. Y cuando por fin encontramos agua, tomamos tanta que después se siente pesado nuestro estómago y molesta para seguir pedaleando.
Por suerte, no tardamos en encontrar un puente que cruzaba un arroyo, en cuyas márgenes se encontraban algunos árboles que nos iban a regalar algo de sombra.
Creo que los dos dijimos al unísono: “Paramos acá”
Después de saciar nuestra sed, acomodamos las bicis en al costado de la ruta y bajamos el equipo de cocina y los aislantes a la sombra. Nos mojamos un poco comimos unos fideos que cocinamos con el calentador casero y nos tiramos una siestita. Todo muy lindo excepto los tábanos que no paraban de picarnos.
El sol todavía estaba fuerte cuando retomamos la ruta.
Después de haber recorrido 60 km en lo que iba del día, nos encontramos con que el camino se convertía en un ripio en bastante mal estado para transitar en bicicleta ya que debido al gran peso que llevábamos se enterraban las ruedas. Junto con esto, el rumbo cambio hacia el Oeste, justo en contra del viento, que por cierto, era cada vez mas fuerte. Para empeorar la situación, encontramos un cartel que informaba: “Próximos 15 km con fuertes pendiente, conduzca con precaución”. Obviamente era pendiente en contra nuestro.
A medida que subíamos el viento empeoraba, no podíamos avanzar ni 100 metros sin que nos sacara de la huella y tuviésemos que detenernos para no salir despedidos por algún precipicio. La velocidad promedio no llegaba a 4 km/h.
Nada podía estar peor, hasta que nos dimos cuenta de que no teníamos mas agua. En el mapa no aparecía ningún curso de agua cercano de donde nos pudiésemos abastecer.
No quedaba otra, tuvimos que empezar a parar a los autos. En el primer intento conseguimos una botella de agua y un poco de gaseosa. Al segundo, un poco de agua que estaba caliente pero nos iba a servir para cocinar y, por la cara de hambre que tenia Nico, nos dieron un delicioso pan casero.
Creo que con ese pan fui mas feliz que con todos los regalos de navidad que recibí en mi vida, juntos.
Finalmente, ya de noche y agotados por las casi 4 horas de lucha, decidimos rendirnos a la voluntad de la madre naturaleza y acampar al costado del camino en un hueco que nos reparaba del viento, justo al lado de una alcantarilla que cruzaba el camino.
Prendimos el calentador dentro de la alcantarilla, en la que entrábamos agachados, ya que afuera la velocidad del viento no lo permitía.
Después de un café con leche, y pan casero con picadillo, nos fuimos a dormir, agotados pero contentos después de ese emocionante día.
17/12/07 – Antes del amanecer el viento perdió intensidad.
Para ese día nos quedaban 1 o 2 km de subida, luego lo que aparecía en los mapas como “bajada de Rahue”, y unos 20 km que nos desviaríamos de la ruta original para llegar hasta la localidad de Aluminé y descansar día un día allí. En total unos 40 km. Como era poco nos dimos el lujo de quedarnos hasta cerca de las 8 durmiendo y nos tomamos nuestro tiempo. Por mi parte, lo primero que hice fue ir hasta un arroyo que había cruzando un campo privado, a unos 200 metros de las carpas me lave la cara con el agua helada y llene unas botellas para preparar el desayuno y cargar las caramañolas. Luego retrocedí unos 400 metros por el camino para sacarle unas fotos a unos pehuenes que, caprichosamente, se erguían justo en la cima de la montaña haciendo frente a los fuertes vientos e intensas nevadas.
Cerca de las 10:00 hs, después del desayuno, partimos con las piernas todavía un poco entumecidas por el desgaste del día anterior.
Estábamos cerca de la ladera Oeste de la montaña que tanto nos habia costado subir y sabíamos que en cualquier momento asomaría su punta el Volcán Lanín, postal clásica de la Provincia de Neuquen, cuando de repente después de una curva que nos dejó mirando al Suroeste apareció, majestuoso en el horizonte, con su cono nevado de 3776 msnm.
Cuenta la leyenda que sobre el Lanín, que en mapuche significa “roca muerta”, vivía el dios Pillán, divinidad del mal y defensor de la naturaleza.
Después de una infaltable foto del volcán, continuamos nuestro camino hasta llegar a la bajada o cuesta de Rahue. El nombre depende de la ubicación del observador. En fin, es una espectacular sucesión de curvas, por suerte con pendiente a favor nuestro.
Tuve que superar mis instintos y mi sed de adrenalina para mantener un poco apretada la palanca del freno y así resguardar la integridad tanto de la bicicleta y del equipaje, como la mía ante una muy probable caída dadas las condiciones del camino y la maniobrabilidad de la bicicleta cargada.
El camino continuo con tendencia a bajar por unos 20 km y fuimos bordeando el arroyo Rahue, hasta su desembocadura en el Río Aluminé,
Paramos en la oficina de turismo que hay en el paraje Rahue. Conseguimos muchos folletos pero poca información. Allí nos enteramos, que unos dias atrás, justo donde acampamos la noche anterior, habia nevado cerca de 20 cm. Asi que dentro de todo, a pesar del viento, la pasamos bien.
Nos quedaban 18 km hasta Aluminé, bordeando el río de igual nombre.
Tan hermoso por el color esmeralda sus aguas, como imponente por su gran caudal. Es un oasis en el desierto, con árboles que dan sombra a sus playas y heladas aguas en las que abundan las truchas, objetivo de muchísimos pescadores que, incluso en época de veda, pudimos ver en el río.
Sin embargo el verde no se extiende mucho mas allá de las costas.
Los árboles dan paso otra vez al marrón de los pastos y arbustos, la aridez vuelve a dominar el paisaje. La vida llama menos la atención, se mimetiza con el color de las rocas.
Eran las 14:00 hs cuando llegamos a Aluminé. Habíamos recorrido 141 km desde Zapala.
Fuimos hasta una estación de servicios, donde compramos algo para tomar y preguntamos por algún lugar para acampar. Terminamos yendo y viniendo por el pueblo, unos nos mandaban 2 km para atrás, otros 15 km mas adelante o 50 km mas atrás, otros nos decían que había cabañas para alquilar. Terminamos acampando a orillas del río, en un Área de Recreación Diurna en el que hay planes de convertirlo en camping, pero como todavía no tiene servicios, no esta habilitado para tal uso y por ello la estadía era gratuita.
Parece que la zona no esta preparada para recibir turistas de bajo presupuesto, como nosotros.
Armamos las carpas y descansamos un rato. La idea para la tarde era ir a bañarnos a lo que antes era una estación de servicios y que ahora solo quedaba el servicompras.
Preguntamos a la cuidadora del lugar donde acampamos si era peligroso dejar las cosas solas y nos contesto: “el pueblo es chico, todo el mundo se entera si alguien roba algo, nunca pasa nada acá”. Confiamos en su palabra y nos fuimos a dar nuestra primera ducha del viaje. Aprovechamos para lavar la ropa y después ir a comprar algo para comer.
El pueblo es tan tranquilo que una señora en el almacén, al vernos atando las bicicletas con candado, nos pregunto por qué lo hacíamos y nos dio una charla sobre la seguridad que hay en el pueblo.
19/12/07 – Nos levantamos un poco apurados. Armamos el equipaje lo mas rápido posible y cerca de las 9:00 estábamos partiendo de Aluminé con piernas ya renovadas después de un día y medio de descanso.
El retorno hasta Rahue pasó volando. Cargamos agua en la oficina de turismo y, después de cruzar el puente sobre el Río Aluminé, tomamos a la derecha por la ruta 23, un camino de ripio consolidado que se encontraba en muy buenas condiciones aunque de a ratos había que cambiar de huella para evitar unos serruchitos que nos desestabilizaban bastante.
Durante la mañana el viaje se hizo muy agradable y llevamos un ritmo bastante bueno. Íbamos bordeando el río y cada tanto nos encontrábamos con formaciones rocosas de formas extrañas y de colores contrastantes. Muy buenos paisajes.
Ya al medio día el calor comenzó a molestar. Hicimos una parada para comer unos sándwich de milanesas que traíamos preparados.
En el km 181 del viaje tuve la primer rotura. Veniamos a una velocidad bastante elevada en un bajada, cuando pise una piedra de gran tamaño que termino rompiendo la cámara de la rueda trasera. No demoramos demasiado en cambiarla y seguir viaje.
Pasando Pilo Lil, según el mapa, la ruta se alejaba del río. Había que recargar agua para el resto del viaje. Veíamos que de a poco el rio se alejaba del camino. No nos quedaba otra, había que bajar caminando unos 300 metros por una pendiente bastante inclinada para llegar al agua, y después treparla : (
Pensaba: “seguro que de acá a 1 km debe haber una bajada mas fácil”. Pero no nos queríamos arriesgar a tener que retroceder así que bajamos.
Y dicho y hecho, a unos 600 metros el camino se unía nuevamente con el río, casi al mismo nivel y hasta tenia sombra. Aprovechamos y volvimos a bajar para refrescarnos un poco en el agua y descansar un rato.
A media tarde llegamos a la subida del Malleo 12 km continuos de una subida en zigzag, no muy empinada, pero agotadora debido a su longitud, al mal estado del camino y al fuerte viento en contra que teníamos.
Pasamos frente al ingreso de la Reserva Indígena Aucapán. Aprovechamos la presencia de unos mapuches para consultar sobre el camino. Fue bastante difícil entenderles, por como hablaban, pero finalmente nos enteramos que faltaban 15 km mas de ripio y 20 de ruta antes de llegar a Junin de los Andes. 35 km en total y el sol se estaba yendo.
Cruzando el Río Malleo comenzó el asfalto.
El sol se perdió en el Oeste, fue el momento de encender las luces.
Eran las 22:30 cuando, después de haber recorrido 110 km ese día, llegamos al puesto de la Policía de la Provincia de Neuquen que se encuentra en la intersección de las rutas 23 y 234. Los policías nos atendieron muy amablemente y nos dieron el dato de una estación de servicios donde podíamos bañarnos.
Bañarnos y tomarnos una Coca Cola. Era lo que deseábamos desde hacia unas cuantas horas.
Por $2 c/u nos dimos la primer ducha con agua caliente del viaje. El precio de la Coca Cola prefiero no recordarlo para no llorar.
Ya era demasiado tarde para buscar un camping, así que preguntamos si podíamos acampar en el estacionamiento para camiones que hay atrás de la estación de servicios. Por suerte el playero se apiado de nosotros y nos autorizo.
20/12/07 – No fue una noche tan tranquila como las anteriores gracias a nuestros vecinos Mendozino.
Un poco pasados de alcohol y demás sustancias, se dedico toda la noche a escuchar música a todo volumen en radio de su colectivo. El problema no era solo el volumen, sino que se torno cansador porque repitió unas 50 veces los primeros 5 o 7 segundos de un tema. Se había copado el chango.
El programa de ese día era recorrer los 44 km que nos separaban de San Martín de los Andes, donde íbamos a descansar un día. Estábamos entrando al circuito clásico de la mayoría de los turistas. Esto nos traía nuevas dificultades: un gran caudal de autos y ómnibus doble piso. Esos gigantes que ocupan el carril completo y se desplazan a velocidades excesivas poniendo en peligro tanto a los pasajeros como al resto de los que transitan por las rutas, incluyendo a ese par de locos que va ahí adelante en bicicleta.
Nos instalamos en el camping del A.C.A que cuenta con un predio enorme para instalar las carpas, brinda buenos servicios (agua caliente, iluminación, electricidad, seguridad, etc), es atravesado por un arroyo y se encuentra bastante cerca del centro de la ciudad.
San Martín de los Andes es la localidad turística mas importante de la Provincia de Neuquen. Se ubica en la costa este del Lago Lácar y fue creada a fines del siglo XIX para afianzar la soberanía argentina sobre entonces discutidos límites con Chile.
Cuenta con muy buenos servicios para el turista. En invierno se puede disfrutar del centro de esquí ubicado en el cerro Chapelco. Durante el verano existe una completa gama de deportes de aventura para elegir. La ciudad además ofrece excelente gastronomía y hotelería de primer nivel, entre otras cosas. Inclusive cuenta con un colectivo inglés de doble piso en el que, al mejor estilo londinense, se puede hacer un recorrido de 1 hora y media por la ciudad y sus alrededores.
Obviamente todo fuera del alcance de nuestro presupuesto.
En esta ciudad se encuentra, además, la Intendencia del Parque Nacional Lanín.
Al llegar a San Martín de los Andes notamos un cambio en el paisaje. De un momento para otro nos encontramos rodeados de árboles, de sombra, de verde. La humedad comenzó a percibirse en el aire. Habíamos entrado a los Bosques Andino-Patagónicos.
22/12/07 – Camino de los Siete Lagos, que de Norte a Sur recorre los lagos Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso y Espejo.
El plan para este día era llegar hasta el Lago Hermoso, al que se accede por un camino que se encuentra a mano derecha de la ruta, entre los lagos Machónico y Falker.
Partimos al medio día, después de una parada en el centro a comprar un par de gafas nuevas, ya que había perdido el que traía.
El Camino de los Siete Lagos nos recibió con un comienzo de 16 km en subida y luego continuo con una sucesión de subidas y bajadas que se tornaron bastante molestas.
La desmesurada belleza de los paisajes nos obligo a hacer incontables paradas a sacar fotos.
Almorzamos algo de fruta que habíamos comprado en San Martín, asediados por los tábanos, a los que apodamos “saurios”. Estas máquinas chupa sangre alcanzaban velocidades cercanas a los 30 km/h para intentar picarnos.
Cerca de las 19:00 hs llegamos al Lago Hermoso, habiendo recorrido unos 40 km
Inauguramos la temporada 2007-2008 del camping del lago, siendo los primeros en acampar este verano. El camping se encuentra en la costa Este del lago, justo donde nace el Río Hermoso, y dentro de un bosquecito de ñires.
23/12/07 – Otra vez nos demoramos en salir. Ese día teníamos que hacer los 80 km que nos separaban de Villa La Angostura. Iba a ser difícil.
Pocos kilómetros después de haber salido, nos encontramos con dos franceses, Alban y Remi, que también viajaban en bicicleta pero en sentido contrario y con un destino un poquito mas lejano que el nuestro: Panamá. Eran los primeros cicloturistas que encontrábamos. Después de una breve y agradable charla, continuamos nuestros caminos.
Unos carteles nos indicaron el límite entre los Parques Nacionales Lanín y Nahuel Huapi.
Estas áreas protegidas junto con el Parque Nacional Los Arrayanes, que se encuentra en Villa La angostura, y los Parques Chilenos Puyehue y Vicente Pérez Rosales, forman una enorme área protegida de alrededor de un millón y medio de hectáreas, tan bella como importante para la conservación de la biodiversidad y los recursos hídricos.
Antes de llegar al Lago Escondido, el camino paso a ser un ripio en mal estado, sin embargo continuamos con buen ritmo y alrededor de las 19:00 hs llegamos a Villa La Angostura, el “jardín de la patagonia”, una joya del sur, destino favorito de muchísimos ricos y famosos, que incluso construyen sus mansiones en este lugar.
Pasamos un buen rato en un mirador, observando el imponente Lago Nahuel Huapi. Después nos instalamos en el primer camping que encontramos, el precio nos hizo dudar un poco, pero al final nos convenció un cartel que ofrecía “paz y tranquilidad”, justo lo que necesitábamos para una buena noche de descanso.
Cerca nuestro acampaba Pablo, un cicloturista de Mar del Plata.
Entrada la noche decidimos ir a recorrer el centro de la Villa, pero solo permanecían abiertos los restaurantes, que sirven comida poco saludable para los cicloturistas. Emmm, poco saludable para la billetera de los cicloturistas.
24/12/07 – Me desperté gracias a la gentileza de otro acampante, que puso música a todo volumen y seguido a esto, un empleado del camping comenzó a trabajar con una motosierra y con un martillo, justo al lado de mi carpa. ¿qué habrá pasado con la paz y la tranquilidad?
Desayunamos y fuimos hasta el puerto. Allí nos enteramos que no se podía recorrer el P. N. Los Arrayanes en bicicleta hasta dentro de una semana.
Mala Mañana
Por la tarde llegó al camping otro cicloturista, este de Buenos Aires, “el porteño”, con quien rápidamente entablamos una amistad. Organizamos la cena de Noche Buena: salchichas, que era lo único que encontramos en un almacencito. Mas tarde agregamos un paquete de puré instantáneo que había en mi alforja.
No faltó la sidra y el budín. Después del brindis salimos a dar unas vueltas en bici, saludando a todos los que cruzábamos. Una Navidad tan atípica como inolvidable.
25/12/07 – Salimos poco antes de las 11:00 hs del camping. Compramos para hacer unos sándwich y después partimos rumbo a Bariloche.
Después de unos 10 km paramos a almorzar. Ya con el estómago contento continuamos nuestro camino.
En el cruce con la ruta 237 tuve la segunda rotura del viaje. Por el peso se partió un rayo de la rueda trasera. Nada grave. En unos minutos hicimos unos ajustes y seguimos con mucho entusiasmo. Faltaban solo 20 km para Bariló! Bariló!.
En cuatro horas y media de pedaleo nos habíamos movido desde Villa La Angostura hasta San Carlos de Bariloche.
Estuvimos mas de una hora sentados en un banco que se encuentra al lado del cartel que da la bienvenida a Bariloche. No señor no estamos loquitos!!!
Nos instalamos en el camping La Selva Negra, ubicado a 3 km del centro. Un hermoso lugar, con buenos servicios y muy bien atendido. Todo muy lindo, excepto la subida que hay que superar para ingresar. Sin dudas fue la peor subida de todo el viaje y la única que tuve que terminar subiendo a pie.
Esa noche sacamos fuerzas de nuestro fiestero interior, y salimos a Grisú.
27/12/07 – Desayune con una mala noticia. Nicolás había decidido volver a Río Tercero por la tarde.
Me quedaba solo ya que el porteño viajaba ese mismo día a Buenos Aires.
Probablemente esto significaría un final anticipado para el viaje.
Tenía hasta después de Año Nuevo para decidir si continuaba en solitario o si volvía a casa. Mientras iba a disfrutar de Bariloche. Esta maravillosa ciudad que reúne fantásticos paisajes, muy buenos servicios para los turistas y una excelente oferta de diversión nocturna, aunque con precios un poco elevados 545 km, 6 días de pedaleo, demasiados metros de desnivel trepados, varias bajadas espectaculares,68 km/h de velocidad máxima, bastante adrenalina, incontables saludos recibidos en la ruta, unas cuantas caras de asombro, unos cuantos amigos nuevos, muchísima satisfacción. Una sola palabra para describir este viaje: INIGUALABLE
Juan Ignacio Ituarte
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